ste día, arriba a Ushuaia un nuevo contingente de presos sociales confinados por la dictadura del general José Félix Uriburu.
Los afectados por la autoritaria medida fueron 32 obreros, todos de nacionalidad argentina. Sus especialidades eran las siguientes: 8 panaderos, 3 obreros de frigorífico, 3 jornaleros, 2 gráficos, 2 pintores, 2 empleados, 2 mecánicos, 1 plomero, 1 ladrillero, 1 sastre, 1 zapatero, 1 platero, 1 mueblero, 1 metalúrgico, 1 ferroviario y 2 estudiantes de 18 y 19 años.
El 7 de marzo el gobierno de facto había deportado a otros 47 trabajadores, 28 provenían de su confinamiento en la isla Martín García y el resto de la cárcel de Devoto. Los confinados obreros alcanzaron a 88, “entre los cuales había menores de 18 y 19 años de edad -el despotismo cebaba sus odios en tiernas criaturas-, fueron vestidos como presidiarios, encerrados en celdas y víctimas de salvajes castigos. Meses y meses vivieron bajo un régimen de permanente terror” (Manuel Ramírez. La ergástula del sur).
Los confinados, al desembarcar, eran recibidos con una marcha ejecutada por la banda de música del penal. “El asombro de los que iban desembarcando ante semejante acogida tornábase en regocijo general (…) La ilusión apenas si duró unos minutos, pues apenas los confinados traspusieron el umbral del presidio una lluvia brutal de cachiporrazos y palos se encargó de volverlos a la realidad. Todo había sido una repugnante farsa, de una crueldad diabólica”.
Esta práctica se convirtió en rutina cotidiana.”Las torturas abatieron más de un organismo sano y robusto. El doctor Guillermo A. Kelly refería, en carta hecha pública, esas violencias: ‘a los 340 civiles se les ha maltratado con todo ensañamiento, llegando a fracturarles los huesos a varios y lesiones diversas a todos. Los calabozos mojados, con el preso desnudo durante tres o cuatro días seguidos, es moneda corriente: imagínese lo que esto significa con este clima. Retorcer testículos y llegar hasta apretar la cabeza en una prensa de copiar. Como es de suponer, yo me opuse terminantemente a tolerar, como médico del establecimiento, tales atrocidades y me dirigí en los principios del mes de enero al Ministro de Justicia...’".
Mientras los “presos políticos se alojaban en el pueblo, los obreros en la cárcel. Después nieguen las diferencias de clases sociales y de trato” (op.cit.).
