ste día, fallece John Ellieson, de 27 años, “víctima de un ataque al corazón mientras se asistía de una enfermedad que lo tuvo postrado durante varias semanas” (Juan Manuel Moneta. Cuatro años en las Orcadas del Sur).
El escandinavo Ellieson se desempeñaba como segundo jefe de la base argentina. Antes de partir de Buenos Aires “había sufrido síntomas de una afección cardíaca que se agravó rápidamente después de estar seis meses en el lejano archipiélago”.
El nórdico fue uno de las cinco personas fallecidas en la isla, las tumbas de cuatro de ellos dieron forma al pequeño cementerio existente en el lugar. Además de Ellieson, ellos fueron:
Allan C. Ramsay, fallecido el 3 de agosto de 1903. Se desempeñaba como maquinista del buque explorador ‘Scotia’, que invernó ese año en el archipiélago y cuya tripulación construyó el edificio que originó la base.
Otto Diebel, fallecido el 25 de setiembre de 1905. Actuó como jefe de la comisión de ese año. Su deceso se produjo “al pasar una noche de temporal sobre la cumbre de los cerros Mossman, mientras realizaba diversas investigaciones”.
Harvin Bache Wiig, 29 años, jefe, nacido en Noruega, desapareció el 30 de abril de 1915. “Había sido campeón de esquí en su país. Sus compañeros ya estaban habituados a contemplar sus peligrosos saltos y deslizamientos vertiginosos por las laderas más inclinadas de los cerros glaciares (…) el hielo y la nieve no tenían secretos para él (…) no escuchaba los consejos de los más experimentados y se lanzaba a la aventura por cualquier parte”. Una mañana se dirigió al cerro Lola, para esquiar por el glaciar La Monja, al mediodía se desató un fuerte temporal y de Wiig no se tuvo más noticias. Todas las búsquedas fueron infructuosas y no se pudo encontrar ningún rastro de él. La cruz de su tumba fue clavada sobre la cima de ese cerro.
La quinta tumba pertenece al radiotelegrafista Fortunato Escobar, fallecido el 27 de octubre de 1928.
El autor expresó: “no pude jamás dejar de pensar en las madres, en las esposas, en los hijos de esos valerosos hombres que en aras de la ciencia o buscando un ideal, tuvieron la entereza de enfrentar los embravecidos mares antárticos” (op.cit.).