n una carta remitida por Luis Fique a su amigo José Hernández, el autor relata una suceso singular producido cuando la delegación encabezada por el gobernador Félix Paz, este día, toma contacto con nativos en las inmediaciones de San Sebastián.
El propósito de Paz era “reconocer el territorio y las tribus indígenas que lo habitan, llamadas Onas, teniendo yo el placer de formar parte de la expedición”, explica Fique (Oscar Domingo Gutiérrez en blog “Mensajero del Río”, citado en Fascículo N°6 de “Fuego de encuentro y divulgación”)
En la recorrida habían encontrado restos de campamentos selk´nam y presumían que estaban siendo observados desde lejos. Entre los colaboradores de Paz se encontraba el nativo Dahaminik, criado con los salesianos. Este se ofreció a tomar contacto con los nativos para “hacerles saber que éramos amigos, que no pretendíamos hacerles mal, que podrían acercarse a nosotros con toda confianza y que se les harían algunos regalos (…) Al otro día, fieles a lo prometido, se nos presentaron en número de 29; a la cabeza venía uno pintado de colorado que desempeñaba el rol de cacique”.
La aproximación se demoró porque “temían una traición por parte nuestra (…) Uno de ellos, que se adelantó a los demás, preguntaba con signos a S.E. si le pensaban cortar el pescuezo, hacerle fuego con las armas o maniatarlo”.
Al asegurarles que no tenían intenciones agresivas, el vínculo se estrechó. Los invitaron al campamento, “donde le obsequiamos con gallega. Esto, (…) les inspiró confianza, y pronto prorrumpieron en risas y baile en señal de alegría, e inmediatamente bajaron todos del monte a reunirse con nosotros. Les imitamos en lo que nos fue posible (el Gobernador dando principio), ya sea riéndonos o bailando a saltos, formando cadena con las manos y con acompañamiento de gritos. No dejaba de ser esto un cuadro curioso, representado por unos cincuenta hombres unos frente a otros, saltando y gritando a un tiempo, y sin entenderse una palabra”.
Al sentir la confraternidad, los nativos “se oponían a retirarse”, a pesar “de habérselo indicado repetidas veces por medio del intérprete. En vista de esto, y a nuestro turno, temiendo el aumento de su número y que intentaran hacernos pasar un mal rato, se resolvió intimidarlos haciéndoles un disparo al aire. Esto dio el resultado deseado, porque un instante después habían desaparecidos todos” (op.cit.).