amentablemente todos los que amamos el deporte motor y, sobre todo, ésta carrera en particular, hemos vivido un fin de semana de esos que no se imaginan ni quieren vivirse.
Un Gran Premio de la Hermandad distinto, trágico y olvidable que nos remonta a 1984 cuando “Paco” Puget nos dejó en un fatal accidente. En esta oportunidad no fue un piloto, sino un espectador el fallecido, pero sentimos un vacío similar que duele. Y duele mucho...
Siempre que suceden este tipo de situaciones buscamos causas y creo estar en lo correcto al decir que definitivamente debemos centrarnos en los organizadores. Y no hacemos referencia al Comisario Deportivo o Director de la Prueba, por ambos países, sino a la cúpula dirigencial tanto de ADELFA como el Automóvil Club Rio Grande.
Es el momento del cambio. Pero un cambio definitivo y que no entiende de esperas. Tiene que ser ahora.
Hay que entender que el GPH no es el mismo. Ya no son 20 aventureros con autos que distan mucho de la competición tratando de darse el gusto de cumplir con el recorrido.
Tenemos una carrera que une dos países, que ha superado conflictos bélicos con tal de realizarse y que reúne a una multitud año tras año detrás de la pasión más allá de las condiciones climáticas imperantes en la isla.
Ni hablar del trabajo y empeño que ponen los mecánicos, auxilios, amigos, pilotos, familias y navegantes para llegar a la línea de largada, pasando momentos de nervios, ansiedad y desesperación con tal de cumplir su sueño.
Sin embargo tenemos que analizar los sucesos, porque lo que aconteció el sábado volvió a poner en tela de juicio situaciones que merecen una dura autocrítica para que no vuelvan a ocurrir.
Y en este sentido tenemos que hacerla todos. Tanto el público que se mete sin importarle ni su vida ni la de los demás dentro del trazado con autos en competencia, los participantes que sólo atienden sus intereses y no piensan en el resto de los pilotos y los organizadores, que repiten errores año tras año sin repensar la carrera teniendo en cuenta los tiempos que corren.
La historia comenzó con el incidente de público conocimiento que movilizó seguridad y asistencia médica -la cual acudió en tiempo y forma- en el sector comprendido entre Chorrillo y Arcillosa, pero que desnudó la falta de autoridad, comunicación y previsión de situaciones de ésta índole, para definir la continuidad de los autos que estaban en carrera.
A partir de allí algunos fueron en enlace según las indicaciones de la policía hasta el sector del TF1; mientras que otros siguieron directo hacia el autódromo sin superar la zona de competencia con el desgaste que ello implica.
Si bien se pusieron tiempos por promedio de los parciales del año anterior, nadie quedó conforme y hubo quejas.
Mientras tanto, y antes de que se desatara la fatalidad, los autos que habían arribado en el autódromo se iban tranquilamente sin revisión técnica alguna. Algo incomprensible. Es cierto que sabiendo lo que había pasado la revisación pasaba a un segundo plano, pero también es verdad que no se cumplió con lo estipulado previamente.
Pero eso no es lo grave. Lo grave fue la oficialización de que la carrera continuaba cuando aún el juez penal que intervenía en el trágico accidente, no había tomado ninguna determinación. Eso sí se concretó a la medianoche, debiendo el ACRG retractarse dejando en offside a todos los que soñaban con su segunda etapa y manchando la carrera, una vez más.
Una desprolijidad que deja en claro la falta de rumbo dentro de las instituciones, de Presidentes que pasan por arriba la historia y se creen que tienen peso propio, cuando en realidad están en ese cargo para tomar decisiones. Decisiones que no se tomaron.
Lo concreto es que siendo lunes a las 23:34, mientras escribimos, aún no hay resolución ni comunicación oficial sobre la definición de la carrera. Sabemos que anoche, en Porvenir, sólo se premió la primera etapa sin entregar Challenger ni General, algo que si usamos el sentido común, se debería haber hecho teniendo en cuenta el antecedente de 1984.
Pero las autoridades desaparecen, se esfuman, no se hacen cargo. Se lavan las manos y sólo piensan en ellos, en imponer sus intereses a las acciones que deberían realizarse.
Es el momento de hacer el click, de dar el salto de calidad, poner el acento en cuestiones importantes que nos atañen a todos, como es la seguridad y la toma de decisiones ante contingencias no previstas.
De una vez por todas tenemos que pregonar el bien de los fueguinos que vivimos en esta tierra y nacimos aquí. La Hermandad es tradición. La Hermandad es Tierra del Fuego. No la perdamos...