n la edición de este día, la revista “Ser Indígena” revela la existencia de un documento holandés sobre el pueblo yámana, datado en 1626, que constituye la referencia más antigua sobre los canoeros.
El autor, Pablo J. Gallez, alude al informe escrito por el vicealmirante Geen Huygen Schapenham, que “ha pasado casi desapercibido”, quizás porque “ha sido publicado como parte del diario de a bordo de la “Amsterdam”, nave capitana de la flota que “salió de Holanda en 1623 al mando del almirante Jacques L'Hermite, y llegó al Cabo de Hornos en febrero de 1624.
Para protegerse de las tormentas, buscaron refugio en la bahía Nassau, entonces desconocida. Schapenham la exploró durante cinco días y descubrió las islas Navarino y Lennox. Entró en contacto con los yámana en la costa sur de Navarino.
Schapenham afirmó que: "los habitantes de la Tierra del Fuego son, por naturaleza, blancos como los de Europa; tal es la apariencia de un niño que hemos visto (…) Su figura es apuesta, sus miembros bien proporcionados, y su altura parecida a la de los europeos (…) Los hombres andan completamente desnudos, sin cubrir sus vergüenzas, pero las mujeres se tapan con un pedacito de cuero, se pintan como los hombres, y se adornan el cuello con un collar de conchas (…) es maravilla que puedan aguantar el invierno."
"Tienen varios tipos de armas. Unos llevan arcos y flechas con punta de piedra en forma de arpón, hechas con mucho arte. Otros se arman de largas lanzas cuya punta es un hueso filoso provisto de dientes para clavarse mejor en las carnes. Utilizan también garrotes y hondas que manejan con mucha eficacia, así como cuchillos de piedra bien afilados."
"Llevan permanentemente sus armas consigo, porque, según entendimos, están siempre en guerra con otro clan que vive unas millas al este (…) cerca de la Isla Terhalten (Lennox)".
"Sus canoas son dignas de admiración. Para construirlas, toman la corteza entera de un árbol grueso; la modelan, recortando ciertas partes y volviendo a coserlas, de manera que adquiera la forma de una góndola de Venecia. La trabajan con mucho arte, colocando la corteza sobre maderos, como se hace con los barcos en los astilleros de Holanda (…) En estas canoas, que miden 10, 12, 14 ó 16 pies de largo por dos de ancho, se sientan cómodamente siete u ocho hombres, y navegan tan eficazmente como lo harían en una chalupa de remos".