ste día, se inaugura “un monumento, conocido como “Cape Horn Memorial”. Representa a un albatros, ave típica de los mares australes que según la leyenda, encarna el espíritu de los marinos muertos… y muchos fueron los que cayeron en el intento de cruzar el temido” Cabo de Hornos (Diario “El Magallanes”, 28/8/94).
La obra escultórica fue realizada por José Balcells Eyquem, “tiene una altura de siete metros y un peso de 15 toneladas. Está conformada por dos estructuras principales independientes de cinco placas de acero cada una y superpuestas de tal forma que en su centro forman la figura del albatros en vuelo”.
En la inauguración se destacó “el aporte hecho por la Sección Chilena de la Cofradía de los Capitanes del Cabo de Hornos “Cap Horniers”, entidad que reúne a los valerosos navegantes que algún día vencieron al “monstruo” del fin del mundo”.
La navegación por ese punto extremo americano adquirió la triste fama de ser casi infranqueable para muchos marinos. Los más intrépidos reconocieron un sentimiento de profundo sobrecogimiento al momento de tener que cruzarlo.
“Sin duda que su ubicación (55 grados 58 minutos de latitud sur, 67 grados 13 minutos longitud oeste), en las cercanías del Polo Sur, las condiciones climáticas inestables, el viento, el frío y las fuertes corrientes son elementos que configuran, de por sí, una escenografía a la que no pocos desearían evitar. No en vano más de mil embarcaciones han zozobrado en el área, desde su descubrimiento” en 1616.
“Los entendidos en la materia hacen notar como factor de inestabilidad, los bruscos cambios que experimenta el clima del área, bastando cinco a diez minutos para que la calma se torne en un temporal desatado. Las olas se elevan desordenadas y en todas direcciones, con alturas impresionantes, convirtiéndolas en verdaderas montañas de agua. El choque de los océanos más grandes del mundo, con sus mareas y corrientes que siguen distintos cursos, completan el sombrío panorama que ha hecho al Cabo de Hornos tan tristemente célebre, si bien sigue constituyendo un desafío para todos los marinos del mundo” (op.cit.).
Esas sensaciones continúan generándose en la actualidad, aun con los elementos técnicos sofisticados que se disponen. Los intrépidos primeros navegantes se conmocionaron cuando tuvieron que surcarlo, cuatro siglos atrás, con los escasos recursos que contaban.