l encargado de la operación fue el médico neozelandés Louis Potaka. Con mucho sigilo, los seis hombres que cohabitaban en la casa prepararon el ambiente para adecuarlo a un quirófano. Se “colocó un potente foco luminoso en el centro de la sala, de la cual se habían quitado todos los útiles y aparatos que allí habían sido instalados. La ‘mesa monitor’ utilizada para las audiciones radiotelefónicas fue convertida en ‘mesa de operaciones’”.
“Pelter, que estaba observando las extrañas actividades de sus camaradas con creciente intranquilidad, comprendió muy pronto que lo iban a operar, pero guardó silencio. Se quitó la ropa lentamente, a causa de los agudos dolores que sufría”.
Entretanto, almacenaron varios cubos de nieve limpia, que luego hicieron licuar, esa agua debía sustituir a la destilada de la que se carecía.
El propio Byrd fue convocado para asistir en la operación. Potaka distribuyó las funciones de anestesista, sus colaboradores directos y encargados del funcionamiento eléctrico y derretimiento de la nieve.
“Una estufa alimentada con madera consiguió elevar la temperatura de la improvisada sala de cirugía hasta unos 25 o 26 grados centígrados. Y pocos minutos después de las dos de la madrugada se aplicó al enfermo la máscara de éter y momentos más tarde se inició la operación”.
“El tiempo total de la intervención se prolongó algo más porque el cirujano tuvo que hacer todas la cosas que se confían comúnmente, en los hospitales y sanatorios, a los practicantes y enfermeros”.
“A las cuatro y quince minutos de la mañana todo quedaba terminado. Pelter fue cuidadosamente colocado en una litera, y con ello se dio por finalizada la primera operación quirúrgica de importancia realizada en el continente antártico” (op.cit.).