n la edición de este día, el diario ‘El Magallanes’ publica el testimonio de un navegante que registra actividad volcánica en los canales fueguinos.
El observador fue Emilio Krsanac, patrón de la goleta ‘Fortunato Viejo’-propiedad de Fortunato Beban-, “que navegaba por el brazo noroeste del canal Beagle en ruta de Ushuaia a Punta Arenas y, según su estimación se hallaba a unas sesenta millas del primer puerto (longitud meridiana aproximada de la isla Cook), se topó con una densa nube formada por lluvia fina de ceniza que se extendía por unas cinco millas y que aquél atribuyó a un volcán que podría existir en la Cordillera Darwin, a juzgar por la dirección del viento”. Esto había ocurrido el 3 de febrero (Mateo Martinic B. Registro histórico de antecedentes volcánicos y sísmicos en la Patagonia austral y la Tierra del Fuego).
En 1978, “una comisión geológica del Instituto de Investigaciones Geológicas (…) encontró casualmente domos y conos volcánicos en la isla Cook con demostraciones de actividad (…) se estimó que allí estaría situada la caldera activa, a la que se denominó volcán Cook”.
A estos antecedentes, se suma el llevado a cabo por “el capitán Basil Hall en la noche del 25 de noviembre de 1820 cuando al mando del H.M.S. Conway cruzaba desde el estrecho Le Maire hacia el cabo de Hornos. Él y su gente pudieron contemplar la erupción de un volcán, que, según lo describió después el oficial, conformó un verdadero espectáculo pirotécnico que prosiguió con intermitencias durante toda la madrugada del 26. Hall estimó que el centro activo distaba unas cien millas hacia el interior del archipiélago fueguino. La relación que dejó el capitán inglés en un libro publicado en 1824, tuvo alguna difusión como que en 1861 la Carta Esférica del Estrecho de Magallanes preparada y publicada por el Ministerio de Marina de España, situó un volcán en las coordenadas 54°48'S y 62°52'0, con la leyenda ‘Volcán visto por el Captn. Basil Hall en 1820’. La confirmación de esta ubicación, tanto como de su actividad fueron a su tiempo uno de los motivos científicos de la expedición ítalo-argentina a la Tierra del Fuego en 1883, dirigida por el capitán Giovanni Roncagli, de la Marina Real de Italia, aunque nada consiguió adelantarse en la materia al punto que, según corrió el tiempo se tuvo al presunto volcán como un mito más de la geografía fueguina” (op.cit.).