Relatan la experiencia de inaugurar la senda de Bridges
EL 28 DE AGOSTO DE 2009

Relatan la experiencia de inaugurar la senda de Bridges

28/08/2023
E

n estos días, el explorador norteamericano Charles Wellington Furlong publica: ‘En la tierra desconocida de los onas’ (Into the Unknown Land of the Onas), en la revista Harper's Monthly. Allí, relata su experiencia de haber sido uno de los primeros en utilizar la senda de Bridges, que había sido abierta por Lucas Bridges y un grupo de selknam para comunicar las estancias Harberton y Viamonte, entre el Beagle y la costa atlántica.

El trayecto “que para cualquier forastero (not Indian-born) tomaba tres semanas”, Bridges y sus empleados lo redujeron “a un viaje de seis días”. No obstante, era una ruta dura y cuando el gobernador argentino se animó a conocerla, “después de subir dos montañas y llegar a una tercera entre un barranco por el que el sendero continuaba a través de bosques y pantanos, decidió declararla abierta, confiando en la buena fe de sus constructores” (Joaquín Bascopé Julio. Emergencia de una sociedad original en El último confín de la Tierra).

Furlong, cuando realizó la travesía, llegó a encontrarse “hambriento y desorientado” y, en ese estado, se entregó al “notable entrenamiento y sentido de la ubicación” de sus guías que, por otra parte, “nunca se quejaban (…) ni se impacientaban”. Como uno de ellos fuese Ahnikin, “cuyo historial era más negro que el de cualquier otro ona” y a quien, a cambio, “tuve que comprar un rifle calibre 44”.

“Furlong pudo imaginar la compleja asociación que subyacía al camino: ‘en una estimación conservadora, el cincuenta por ciento de los hombres adultos que vi tenían cicatrices de entre una y tres heridas de flecha o bala’. Supo también que hacía poco su guía ‘y Halimink, su tío, habían amenazado la vida de Lucas Bridges’”.

La incertidumbre que generaba “la inseguridad del territorio en la que se construyó el camino afirmó el sentido común entre los nativos –Lucas incluido–, donde ‘incluso los hermanos eran más valorados que las esposas’. Así pareció al menos, cuando el camino de Lucas llegó a su fin: ‘Les dije a mis amigos del norte que iría solo a Harberton. Antes de irme, sin embargo, escribí una breve nota para mis hermanos, diciéndoles que si me encontraban baleado o ahogado, o si desaparecía camino a Harberton debían armar con rifles a ciertos nativos (a quienes nombraba) y poner precio a la cabeza de Ahnikin y Halimink, pues deseaba encontrarme con ellos en el otro mundo, cuanto antes’” (op.cit.).

 

Autor: Bernardo Veksler

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