n pocos días, los argentinos tendremos nuevamente la oportunidad de elegir a quienes tendrán la responsabilidad de administrar nuestro país por, al menos, los próximos cuatro años.
Previo a entrar en el eje de este punto de vista, creo necesario destacar lo que el sistema democrático significa, y para quienes ya llevamos algún tiempo en esta vida lo que la supresión del mismo ha significado.
Cierto es que la falta de profesionalismo, la corrupción, la influencia de grupos de poder, la manipulación de los datos de la realidad, el desprecio por las instituciones, la apropiación del Estado por parte de sectores políticos por un lado y la creciente desidia cívica por otro, solo por nombrar algunos de los muchos porqués que cada uno de nosotros puede plantear, han venido devaluando y comprometiendo la importancia del sistema democrático.
Vale recordar que la democracia es la forma de gobierno en la que el poder se ejerce por el pueblo. Es un sistema que permite la participación ciudadana en las decisiones políticas y sociales del país. En ella, el voto es un derecho y una responsabilidad de cada ciudadano. A través de este, los ciudadanos podemos elegir a nuestros representantes y expresar las opiniones sobre las políticas públicas que afectan nuestras vidas, y de allí la importancia de votar en positivo.
El ser disruptivo y pretenderse original, pero sin el compromiso efectivo de tomar la responsabilidad de elegir es el mejor ejemplo de lo que podríamos definir como la simple oposición de la anarquía de los deseos individuales al sentido de comunidad.
Guste o no, en mayor o menor medida todos somos políticos. Nuestra cotidianeidad está atravesada por la política, sea en relación con nuestro grupo social, ámbito de trabajo, escuela, iglesia, el sindicato o club.
Como se ve es una actividad de la que es muy difícil sustraerse por encontrarse en casi todos los ámbitos de la vida humana. La política no es mala en sí misma, sí pueden serlo quienes la desarrollan, por lo que lo que en todo caso lo que está mal es nuestra elección, o nuestra desaprensiva relación con ella. Queda en cada uno el análisis objetivo de su comportamiento.
Me animo a asegurar que la política, bien entendida, empieza cuando el bien común se encuentra puesto en litigio. De allí la importancia de la participación positiva, ya que según entiendo es la única manera civilizada de enfrentar la instancia del riesgo efectivo de que ese bien común pretenda ser desviado en beneficio de un monopolio que, bajo el título de política, aspira apropiárselo.
Cierto es que para muchos la oferta electoral no alcance a cubrir todas nuestras expectativas, tan cierto como que no existe la perfección y tan cierto como que en muchas de las opciones que tomamos en nuestras vidas no siempre tenemos la alternativa de la mejor, y debemos conformarnos con la menos mala. Pero no por ello dejamos de optar por alguna. Claro, la vida de verdad no nos permite votar en blanco.
Usted podrá decirme, con absoluta razón que la democracia lo admite, pero permítame darle mi opinión.
En la última PASO, en nuestra provincia el estamento gobernador arrojó uno de los datos más salientes de la elección, el elevado nivel de voto blanco (22.083 votos) que alcanzó el 21.59% de los votos válidos emitidos. Ese guarismo lo ubicó en el segundo lugar duplicando los votos la segunda fuerza política.
A diferencia de lo ocurrido en las PASO, en el caso de las generales y un posible balotaje los artículos 97 y 98 de la Constitución Nacional establecen que “se computan únicamente los votos afirmativos válidamente emitidos para proclamar ganadora una fórmula presidencial”.
Es decir, que para estas instancias de los comicios los que definirán al ganador serán únicamente los afirmativos, por lo que el voto en blanco en la primera vuelta sí tendrá una injerencia determinante en el cálculo de los porcentajes para habilitar un eventual balotaje.
Vale recordar que el sistema establece que la segunda vuelta se dará en el caso de que ningún candidato obtenga el 45% de los votos o, en su defecto, el 40% pero con una diferencia de al menos 10 puntos respecto del segundo. Así las cosas, el voto en blanco tiene la capacidad de modificar el piso para el cálculo. Por ejemplo, si sobre un total de 100 votos el 20% son en blanco, para el cálculo que habilitaría un balotaje se partiría de un piso de 80 votos.
El voto en positivo implica elegir a un candidato por sus cualidades, conocimientos y experiencia. En lugar de votar en contra de alguien, el voto en positivo significa que se tiene confianza en que el candidato elegido será capaz de gobernar y tomar las mejores decisiones.
El voto en positivo permite a los ciudadanos expresar sus opiniones y preferencias. A través del voto, los ciudadanos podemos influir en las políticas públicas y los programas gubernamentales que afectan nuestras vidas. Los ciudadanos podemos votar por un candidato que apoye una reforma educativa, una política de salud pública, una iniciativa ambiental, entre otras cuestiones importantes para la sociedad. El voto en positivo permite que las ideas y las propuestas de los ciudadanos se sumen al debate político y se traduzcan en cambios reales.
Como muchos, soy un convencido que la democracia sólo funciona si los ciudadanos participamos activamente en ella y el compromiso con el voto es una forma fundamental de participación ciudadana. Solo asumiendo la responsabilidad de elegir a través del voto, los ciudadanos podemos hacer que nuestras voces sean escuchadas y que nuestras preferencias sean tomadas en cuenta. Como dije ,el sistema brinda la posibilidad del voto en blanco, que si bien es una forma de opinar, la indefinición efectiva de esa opinión hace que se pierda la oportunidad de influir en el rumbo del país y en las decisiones que afectan nuestras vidas. El voto es la mejor manera de garantizar que se tomen decisiones que representen los intereses de la mayoría y no de unos pocos.
En conclusión, desde la perspectiva de lo expuesto considero que la democracia y el voto en positivo son fundamentales para el bienestar de la sociedad.
La sociedad individualista es la pérdida del vínculo social.
Buen domingo