ste día, se allanan y clausuran los locales de la Federación Obrera de Río Gallegos, Puerto Deseado, San Julián, Puerto Santa Cruz y se detienen a los dirigentes obreros.
Fue la reacción oficial a la huelga general de los peones, debido al incumplimiento del pliego que los estancieros habían acordado con los representantes obreros. Los terratenientes habían decidido desconocer el acuerdo argumentando la baja del precio de la lana.
Como complemento de la situación, “La Asociación Pro Patria de Puerto Santa Cruz se dirige una vez más al presidente de la Nación. señala que el paro impide el baño para la hacienda lanar, la esquila y el acarreo” (Osvaldo Bayer. La Patagonia Rebelde Tomo I).
Esas presiones generaron reacciones. La banda parapolicial llamada Liga Patriótica consuma ataques a grupos obreros y se despliega el amplio dispositivo policial, conmemorado en esta fecha. “Todo aquel que haya tenido alguna vez algo que ver con el sindicalismo, al calabozo”, escribió Bayer.
En el allanamiento a la sede sindical de Río Gallegos, “la policía logra apresar al más deseado: el gallego Antonio Paris, secretario general, el hombre más odiado por la Liga Patriótica, el hombre que se dio el gusto de no servir el banquete del 9 de julio. Lo llevaron esposado y a garrotazo limpio. En la comisaría todo el que es argentino se saca el gusto”.
El desquite de los poderosos encontró su momento. “Esa noche, en la Liga Patriótica y en el Club del Progreso se comenta a carcajada limpia la detención del gallego, los palos que se rompieron en su cabeza y el tratamiento especial que le dieron en la comisaría, donde el sargento Echazú tuvo algunas ocurrencias para hacerle ver al anarquista que este es un país donde hay que marchar derecho. Después de que a los contertulios se les recompone el rostro de tanta carcajada, deciden con gesto adusto y serio ir a felicitar a la policía por su comportamiento en la emergencia” (op.cit.).
El 10 de noviembre, el teniente coronel Héctor Benigno Varela regresa a Río Gallegos e impone "la pena de fusilamiento" contra los peones y obreros en huelga. El gobierno trasandino coordina y colabora con las tropas argentinas en la represión, temiendo que se potencie el malestar obrero en su territorio. El ejército dispone la persecución de los huelguistas por el interior santacruceño y gran cantidad de peones serán atrapados y fusilados sumariamente.
