ste día, el Congreso de la Nación sanciona la Ley 25.517, que establece “que deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que los reclamen, los restos mortales de aborígenes que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas”, según lo normado en su artículo primero.
En el artículo siguiente se establece el condicionante siguiente: “Los restos mencionados en el artículo anterior y que no fueren reclamados por sus comunidades podrán seguir a disposición de las instituciones que los albergan, debiendo ser tratados con el respeto y la consideración que se brinda a todos los cadáveres humanos”.
En el tercer artículo, se plantea una regulación que establece un freno a los abusos cometidos por los coleccionistas de cadáveres y objetos de uso de los pueblos originarios, que los robaban desaprensivamente. “Para realizarse todo emprendimiento científico que tenga por objeto a las comunidades aborígenes, incluyendo su patrimonio histórico y cultural, deberá contar con el expreso consentimiento de las comunidades interesadas”.
Finalmente, se invitaba “a las provincias y al Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a adherirse a la presente ley”.
Este avance normativo implicó un acto de reparación imprescindible, frente al avasallamiento que durante las reiteradas conquistas de sus territorios habían sufrido. Tal como lo documentó el arqueólogo y antropólogo Rex González: “Después de la Campaña del Desierto se trajeron indígenas al Museo de La Plata y se los utilizó como peones de limpieza. Cuando murieron, mandaron sus cuerpos a los laboratorios de la Facultad de Medicina para que les sacasen el cerebro, el pelo, los huesos y luego sus restos volvieron al museo. Seguían siendo considerados ‘patrimonio’ del museo. ¡Eran objetos, no seres Humanos!”.
Una loable reacción fue protagonizada por el Colectivo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social), una organización autoconvocada de estudiantes avanzados y graduados de la carrera de Antropología de la Universidad de La Plata. El colectivo logró, desde 2006, identificar a los restos de 35 personas del museo platense. Esto posibilitó los pedidos de restitución por parte de las comunidades originarias. Entre ellos, los restos del selknam Seriot y otros tres fueguinos, en abril de 2016.