n la maravillosa tradición de las campañas políticas, tan llenas de falsas promesas, apretones de manos hipócritas y sonrisas impostadas, algunos genios creativos decidieron llevar su brillantez al siguiente nivel: decorar la ciudad con carteles y calcomanías.
¡Qué idea tan innovadora! Pero aquí viene el giro emocionante: después de cautivar a la audiencia con su ingenio, estos estrategas de la propaganda dejan su rastro artístico en las calles, como si la ciudad fuera su gigantesco lienzo personal.
Las campañas sucias también es la irresponsabilidad de no despegar lo que se pega, desmontar los carteles que montan y el no retirar las lonas que se atan en la vía pública de todos.
Desde aquí les decimos: ¡Gracias por tanto!
