Exaltan el progreso que vive la misión San Rafael de Dawson
EL 12 DE ENERO DE 1898

Exaltan el progreso que vive la misión San Rafael de Dawson

12/01/2024
E

ste día, el salesiano Maggiorino Borgatello visita la misión San Rafael de la isla Dawson y constata “los grandes progresos hechos en estos últimos dos meses” (M. Borgatello. En la Tierra del Fuego. Memorias de un misionero salesiano).

“Fue mejorado el puerto de pasajeros ya existente y se agregó un muelle nuevo para carga y descarga de la mercadería con mayores facilidades. Está casi terminada la construcción del matadero público, el gran cobertizo de 50 metros de largo por 14 metros de ancho, debajo del cual se encuentran la sierra a vapor, los talleres mecánicos, los tornos las maderas, etc.”.

Luego, especifica la mano de obra nativa que es utilizada en las labores de la misión. “Los onas y alacalufes, hasta hace poco tiempo ignorantes e incapaces, ahora trabajan muy bien y con amor. Conté unos ochenta hombres robustos, ocupados, parte en el aserradero, y parte en la tala de árboles del bosque cercano, en el corte de tablas y en el transporte de los troncos, con bueyes, hasta el aserradero. Otros llevan las tablas ya cortadas hacia el muelle, etc. Y todo esto es realizado con mucho placer. Todo es movimiento y vida. Han crecido también el número de casas para los indios y para otras familias ya civilizadas”.

Sobre las novedades productivas, destaca que “se instaló, también, una curtiembre de pieles bovinas, donde trabajan los onas dirigidos por un maestro. Se hizo para ocupar a los indios, instruirlos y para utilidad también de la misión. En la isla, en la actualidad, hay prácticamente 70 casas y forman un verdadero pueblito, con iglesia, escuelas, masculinas y femeninas, hospital, taller de zapatería, carpintería y sastrería, máquinas de varias clases, horno para hacer el pan, etc.”.

En cuanto a las nativas, el salesiano relata que “en un gran salón, se junta un centenar de mujeres indias y, bajo la dirección de una hermana, aprenden a coser, hilar y tejer mantas de lana y hasta hacen prendas de vestir, por ejemplo, camisetas, medias, pantalones de franela y otras cosas. Estas pobres salvajes hacen maravillas, trabajan muy bien y con habilidad. Al mismo tiempo oran, cantan loas sagradas y están contentas. También frecuentan con amor la iglesia y toman los sacramentos de la confesión y de la comunión con verdadera devoción. Comparando lo que eran estos infelices hace solo dos años, no se puede menos que exclamar: ¡Aquí está la mano de Dios!” (op.cit.).

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