ste día, la cautiva María Paula Santana logra llegar a un fortín de frontera y cuenta que muchas de las mujeres capturadas por los nativos son llevadas “a cambiar por aguardiente a los establecimientos nuestros de la costa patagónica y que también llevaban ganado” (Carlos A. Mayo. Fuentes para el estudio de la frontera; citado por María de Belén Triemstra en Todo es Historia N° 550).
La mujer, “de Arrecife”, contó que vivía con su marido y sus hijas en una chacra, cuando ‘avanzaron su casa los indios, cogieron a ella y sus dos hijas. La mayor casada (…) y la menor de solo 7 años de edad… A la casada no se la volvió a ver’. Mataron a los hombres y se llevaron a las mujeres” (María de Belén Triemstra. Cautivas en tierra de indios. Todo es Historia N° 550).
Este testimonio permitió constatar la existencia de una red mercantil entre los nativos entre sí y los criollos. “La cautiva como mercancía tuvo una importancia radical en el flujo de bienes de intercambio de los aborígenes, tanto en el circuito interno, con otras tribus, y en el externo, con los criollos por otros productos que no existían en la toldería, y constituían así productos de gran valor comercial entre indios e hispanos criollos (…) así ingresaban a su economía bienes que venían a cubrir una demanda insatisfecha por la producción interna, que los indios necesitaban y estimaban”.
A medida que la región pampeano-patagónica fue ocupada por nuevos contingentes de pobladores, la zona de frontera se fue ampliando como también los forzados vínculos que se establecieron entre los componentes de esas dos culturas.
Al finalizar la campaña de Juan Manuel de Rosas contra los originarios, en 1833-34, “sobre los cautivos llegados a la Fortaleza Protectora Argentina (Bahía Blanca) refleja que del total de 707 cautivos rescatados, existe un claro predominio de mujeres, 389 (61,36%), frente a 245 hombres (38,4%) y más de 73 niños nacidos en cautiverio. La edad media de las mujeres es de 21 años, mientras que de los hombres, 13 años”.
“Mientras los varones eran raptados de muy jóvenes, las mujeres a cualquier edad, aunque las niñas eran las preferidas (…) Más allá de la belleza, las niñas serían aptas para el trabajo, se adaptaban fácilmente a la vida en la toldería, reduciendo el peligro de una posible huida, pero además daban hijos a la tribu que ellas mismas no querían abandonar” (op.cit.).