ste día, Joaquín y Julián Azulay surfean en aguas de playa Dorada, en la península Mitre, constituyendo la primera ocasión en que los amantes de la disciplina se internan en esas bravías aguas para concretar una práctica deportiva.
Para alcanzar ese sitio debieron transcurrir once días desde su partida de Ushuaia, superando las diversas dificultades que plantea el terreno. Pero en esa playa se vieron recompensados, porque “por fin el mar había despertado. La tormenta que nos demoró, también trajo olas (…) Ese día fuimos los primeros en surfear en Playa Dorada, nombrada así por la extrañeza en el color de su arena. Era un beach-break tubular muy divertido; izquierdas y derechas de 1,5 mts. Que nos sacaron una gran sonrisa. Ya habíamos cumplido con uno de los objetivos de la expedición, pero sabíamos que no era la ola perfecta que ansiábamos descubrir” (Joaquín Azulay. Tierra del Fuego. Península Mitre).
Ese objetivo se cumplió el día 43 de la travesía, en la “caleta del rancho Tres Amigos (…) donde terminamos descubriendo una ola nueva, un pointbreak de izquierda de los que nunca habíamos surfeado en Argentina. Nos quedamos surfeando olas perfectas…”
La idea surgió cuando “volvíamos navegando de la Isla de los Estados hacia Ushuaia y vimos que la punta de Tierra del Fuego, llamada Península Mitre, tenía una combinación muy llamativa de bosques, playas y montañas que caían sobre el profundo mar del sur. Pensamos que podrían haber buenas olas y nos movió la idea de realizar una expedición allí (…) Sergio Anselmino nos mostró una foto de una ola totalmente desolada, a la que se puede llegar sólo después de varios días de caminata. Él no surfea pero ya había recorrido Península Mitre hace 10 años en solitario”.
Los dos jóvenes, junto a Anselmino, iniciaron su expedición el 15 de febrero. Luego de llegar a Moat en un vehículo, “caminamos bordeando el Canal de Beagle que estaba tranquilo y con poco viento, algo inusual en estas latitudes. Después de 10 kms. llegamos casi de noche al rancho del legendario Pati Vargas…”.
Al proseguir, “nos dimos cuenta de lo complicada que era la expedición con las tablas, porque constantemente había que subir y bajar por bosques (…) Los primeros días fueron de adaptación al peso de la mochila, al frío y lluvioso clima y a los terrenos” (op.cit.). Hasta alcanzar la satisfacción de haber cumplido el objetivo propuesto.