ste día, cinco alumnos de la Escuela Agropecuaria de Gobernador Gregores se disponen a cumplir con una tradición de los que completaban la carrera secundaria: carnear y comer un chancho del establecimiento. Las autoridades militares no lo toleraron y dispusieron drásticas medidas represivas.
Esos alumnos “se encargaron de hacerle honor a la tradición. Lo faenaron a escondidas en un galpón y lo cocinaron en el horno de una vecina del pueblo, que siempre se prestaba para eso. Lo comieron un sábado” (Carina Trivisonno. Maestras argentinas. Entre mandatos y trasgresiones).
Al enterarse el rector le informó a la autoridad militar del distrito, “quien inmediatamente tomó medidas: irrumpió con su fuerza en pleno recreo y llevó detenidos a los cinco estudiantes. Permanecieron cinco días incomunicados, en calabozos (…) Una vez notificados sus padres, los alumnos fueron trasladados a San Julián donde se los imputó de ‘robo al Estado agravado por tratarse de un material de uso didáctico como es un cerdo reproductor’. La pena que podía corresponderles iba de tres meses a tres años”. Simultáneamente, la escuela los expulsó y los inhabilitó para la obtención del título.
La situación siguió sin alteraciones, hasta que, en 1980, Huri Portela, una docente de larga trayectoria, asume la Supervisión General y decide intervenir en el caso.
Logró averiguar que dos de los alumnos habían obtenido el título en otras provincias. Como los jóvenes restantes tenían pendientes algunas materias, Portela dispuso la formación de una mesa con docentes ajenos al establecimiento, para eludir la presencia del rector entre los examinadores.
Un par de días después, “unos golpes contra la puerta de su casa (…) la sobresaltaron sobremanera. Un grupo de hombres, algunos soldados y otros civiles, irrumpieron en su casa apuntándole con armas largas, al grito de ‘¡esto es un allanamiento!’ (…) y le informaron que debía acompañarlos en calidad de detenida”. Previamente encañonaron a su hijo de 16 años y le incautaron material didáctico.
Portela recordó: “Salí de mi casa con dos ametralladoras apuntando a mi espalda y con la idea que no volvería”. Fue llevada a un galpón enorme con muchas filtraciones, donde soportó un frío intenso. Luego de diez días de incomunicación, fue llevada ante el juez quien la acusó de ‘espionaje en favor de Chile’.
Tiempo después, logró recuperar su libertad.
