ste día, se lleva a cabo una de las sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación donde se debate el proyecto de ley del Servicio Militar Obligatorio. El general Enrique Godoy sostiene que “en territorios lejanos, en donde se hace el servicio honroso por cierto para el ejército permanente, servicio de colonos soldados, en que a la vez se fomenta la población se persigue a los bandidos que los asolan” (Gabriel Rafart. Tiempo de violencia en Patagonia).
El debate culminaría con la aprobación de la Ley 4031 que estableció la integración transitoria de los jóvenes a la vida militar.
“En los territorios patagónicos, su presencia siguió siendo imprescindible a la hora de enfrentar peligros reales o potenciales capaces de poner en jaque la soberanía nacional. Paralelamente, se fue desarrollando una institución de carácter civil destinada a trabajar a favor de un orden y en condiciones de reprimir al bandolerismo, a fin de dejar a las guarniciones militares afincadas en la región el papel de salvaguarda en última instancia del dominio territorial”.
En esos años se abrió la colonización de las tierras patagónicas y el crecimiento de la población dejó expuestos a los colonos al accionar de bandas delictivas que actuaban con total libertad. La “lucha contra el crimen, tanto en su faz represiva como preventiva, estuvo a cargo de una institución civil: la policía. Sin embargo, antes de que esa institución pudiera dar sus primeros y luego más firmes pasos hacia la profesionalización de su accionar, hubo que recurrir a los cuerpos del ejército de línea, afincados en la región desde los tiempos de la campaña encabezada por (Julio Argentino) Roca (…) La idea de asentar destacamentos del Ejército en la amplia franja cordillerana, escasa en población pero muy rica en recursos, con el propósito de que estuvieran bajo protección los comercios y la ganadería, se tornó en exigencia de primer orden entre los pobladores”.
La instalación de nuevas explotaciones agropecuarias incentivó este reclamo. “Inmediatamente que se conocía un hecho sangriento, las voces de los propietarios se alzaban al unísono. De allí el reclamo de la Sociedad Rural por la presencia urgente del Ejército Nacional, luego de la masacre de La Lipela, los crímenes ocurridos en marzo y abril de 1928” y otros hechos delictivos sangrientos (op.cit.).
