a ciudad vive un "espectáculo ecuestre" sin igual en jardines y parques, cortesía de caballos sueltos que deambulan como dueños por sus casas. Los vecinos observan cómo sus plantas se transforman en un buffet libre para estos entusiastas jardineros equinos. Mientras tanto, los propietarios de los caballos ejercen una política de "libertad total", permitiendo que sus animales deambulen con absoluta impunidad.
Imperturbables, las autoridades municipales participan en una competencia para ver quién logra no hacer nada de la forma más eficaz. Este despliegue de desinterés y lentitud hace que los ciudadanos aprendan el arte del esquive para evitar las "minasestiercoles terrestres" dejadas por los cuadrúpedos. En esta tragicomedia urbana, solo el desfile de responsabilidades escapistas compite con la libertad que avanza y avanza de los caballos.