a reconstrucción de la estación de servicio del ACA avanza a un ritmo que haría sonrojar a una tortuga. La obra, que parece más verde que el paisaje fueguino, se ha convertido en un monumento al inmovilismo.
Mientras tanto, las otras estaciones de servicio disfrutan del caos absoluto, con filas interminables de autos que, quién sabe, quizá terminen formando parte del paisaje. A este paso, los conductores probablemente terminen usando combustibles alternativos, como el aire ambiental, antes de que el ACA abra sus puertas nuevamente.
Tal vez, con suerte, para la próxima glaciación logren inaugurarla. Sepan ustedes que la paciencia es una de nuestras virtudes, y vaya que nos están brindando muchas oportunidades para ejercitarla con el tránsito lento que tiene el Automóvil Club.