a ciudad se ha convertido en un exclusivo club de estacionamiento privado. Es casi como si la ciudad hubiera decidido que las calles eran demasiado comunes y aburridas para usarse simplemente para el tránsito. ¡Qué audaz y revolucionario!
En lugar de facilitar la movilidad urbana inteligente, se ha optado por la emocionante experiencia de buscar un lugar para estacionar entre letreros de "Exclusivo de o para…", como si de una búsqueda del tesoro se tratara.
La lógica está claramente sobrevalorada aquí. De hecho, la situación es una brillante lección de cómo hacer que el espacio público se sienta más como una alfombra roja reservada solo para unos pocos afortunados. Imaginemos el futuro: a cada comercio, su propio estacionamiento privado, y si sos un simple mortal sin autorización, ¡a caminar se ha dicho!
Un gran aplauso para esta maravillosa privatización del espacio público que hace que recorrer las calles del centro sea una verdadera tragedia.