ste día, “cerca de Lago Argentino, varios peones rurales denuncian a la policía la presencia del grupo armado conducido por ‘Toscano’ y colaboran con su captura. Aunque los dirigentes sindicales habían cuestionado su metodología, considerándola provocadora, “desaprobaron el proceder de los que lo entregaron y en adelante lo contaron entre los presos por quienes reclamaban” (Hugo Chumbita. Jinetes rebeldes).
En el contexto de la huelga de peones de Santa Cruz, “desbordando a la dirección gremial anarquista” y desconociendo las resoluciones de las asambleas obreras, algunos activistas se cortaron solos y “ocuparon y saquearon estancias, tomaron rehenes y tirotearon a las fuerzas represoras y a los grupos rompehuelgas”. Sus acciones fueron consideradas atentatorias de “aquella extraordinaria movilización”, causando malestar entre los huelguistas porque facilitaban los argumentos de los represores y muchos de ellos decidieron enfrentar su metodología.
Entre los líderes de esas acciones guerrilleras se encontraban “Alfredo Fonte, el ‘Toscano’, un carrero barbudo y fornido que había venido de Italia a los tres años de edad y José Aicardi, también de origen italiano, llamado ‘el 68’ porque había sido su número de presidiario en Ushuaia”. Entre sus seguidores había militantes de diversas nacionalidades, como chilenos, paraguayos, franceses, norteamericanos, españoles y uruguayos.
El grupo encabezado por Aicardi consideró que la huelga estaba perdida, “cruzó la frontera y no se volvió a saber de ellos; pero en 1921, el ‘Toscano’ siguió asaltando estancias. La organización obrera que lideraba el gallego Antonio Soto repudió sus actividades. El ‘Toscano’ propugnaba sublevar a las peonadas y atacar comisarías, encabezando un denominado ‘Consejo Rojo’ cuyos miembros llevaban un brazalete de ese color, como símbolo del socialismo”.
La histórica huelga de los peones rurales fue conocida como ‘La Patagonia Rebelde’. “El conflicto terminó ahogado en pólvora y sangre, cuando el teniente coronel Héctor Benigno Varela fusiló a su capricho a cientos de huelguistas y sospechosos, a los que hacían cavar sus propias tumbas”. El grupo de ‘Toscano’ también terminó ejecutado sumariamente.
“La secuela de aquellos crímenes imperdonables fue una cadena de venganzas y contravenganzas que durante años alimentaron el odio entre los militantes obreros y sus represores” (op.cit.).