ste día, un equipo científico ingresa a la base Amundsen-Scott, en el Polo Sur, para operar con el detector de neutrinos ‘IceCube’ durante un periodo de ocho meses.
“El macro telescopio de neutrinos necesita el hielo para detectar las partículas (...) tiene su explicación en las propiedades del neutrino: consta de masa, pero es extremadamente pequeña. Consigue atravesar cualquier grupo de átomos sin dejar rastro, algo que lo convierte en casi imposible de detectar; de hecho los seres humanos somos atravesados diariamente por millones de ellos y no podemos percibir ni un solo efecto de su presencia. Por la tanto, las probabilidades de que la materia consiga interactuar con un neutrino son ínfimas”. La Antártida es “el único lugar donde se puede localizar el grosor necesario de hielo entre 1.400 y 2.400 metros de profundidad para conseguir detener por lo menos a la mitad de esas intrépidas partículas” (http://www.elimparcial.es).
No obstante, ese espesor “ha sido agujereado 86 veces y cuenta con 5.000 sensores de luz para conseguir tomar esa primera fotografía (…) Una vez localizados (…) se reconstruye la dirección del neutrino y se pinta un mapa con un punto indicando de dónde viene ese neutrino. Al cabo de mucho tiempo hay muchos puntos, y se espera que algunos de estos puntos se agrupen en zonas indicando la presencia de una fuente astrofísica que sea origen de esos neutrinos”, explica el español Carlos Pobes, seleccionado por la Universidad de Wisconsin-Madison para ser uno de los científicos que permanecerá en la base.
Durante el largo período de permanencia en la base norteamericana, se pretenden resolver, o al menos esclarecer, algunos de los grandes misterios del Universo tales “como los rayos cósmicos o la materia oscura. Hay partículas que alcanzan energías descomunales, y no está claro cómo lo hacen, entenderlo mejor tiene un gran interés. Además, gran parte de la materia del Universo es de tipo desconocido -materia oscura-, así que descubrir sus propiedades puede abrir también la puerta a nuevos descubrimientos”, detalla el investigador (op.cit.).
Las circunstancias que vivieron los científicos fueron un tanto extremas: lo hicieron con una temperatura exterior que llegó hasta a los 70 grados bajo cero, lo que hizo imposible el acceso a la base durante los meses de invierno, cuando permaneció en el lugar un número reducido de personas.