ste día, se consuma el primer fusilamiento de huelguistas de Santa Cruz. El chilote Roberto Triviño Cárcamo es ejecutado por orden del teniente coronel Héctor Benigno Varela.
Triviño “trabajaba en la estancia ‘Ruben Aike’” y “en los primeros días de la huelga cabalgó acompañando a Antonio Soto (…) para junto a otros dirigentes y delegados de campo levantar las peonadas de las estancias Bellavista, Rincón de los Morros, Glencross y otras” (Luis Mancilla Pérez. Los Chilotes de la Patagonia Rebelde, citado en el sitio El Extremo Sur de la Patagonia).
Luego, se unió a “la columna dirigida por Outerelo y José Descoubieres”, junto a otros chilotes. “Era una larga caravana de casi seiscientos obreros en las orillas del Río Santa Cruz”.
Triviño siempre estaba predispuesto para sumarse a la acción directa. "Era un muchacho entusiasta, cuando fueron a levantar, él se ofreció enseguida (…) Al llegar a las estancias Triviño se hacía notar por su carácter impulsivo; a la gente reunida en el comedor de peones o en galpón de esquila les decía a gritos: ‘Es la huelga compañeros, no más hambre, ni sueldos miserables. ¡Viva la huelga... Compañeros!’".
Una comisión de obreros llega a la estancia Bremen, “en laguna El Cifre, querían requisar armas y alimentos”. Sus dueños, los alemanes Schoeders, “los reciben a balazos y matan a dos obreros”. Después “un grupo de diez obreros armados con Winchester”, dirigidos por Triviño, marchan a atacar la estancia. Toman “prisionero a un gendarme que estaba de guardia, y comienza la balacera. Los dueños de la estancia disparan desde las casas y galpones. Los huelguistas disparan escondiéndose en las empalizadas de los corrales pero se les empieza a terminar las balas (...) Triviño decide atacar (…) y a todo galope, a mata caballo, envueltos en una nube de polvo y una escandalera de gritos, lo siguen algunos compañeros. A poca distancia de la casa un balazo voltea el caballo de Triviño. Los compañeros de su cuadrilla creyendo que estaba muerto huyen”. Triviño es capturado.
Queda amarrado a un molino hasta que llega Varela. Ante cada intento de ser rescatado por sus compañeros, Triviño “gritaba: ¡Viva la huelga!, riéndose del miedo de los policías.
Varela exclamó: "Este no se va a reír más"; y ordenó "fusílenlo inmediatamente".
Así se consuma el primer fusilamiento de un líder obrero de la Patagonia Rebelde. Triviño tenía 25 años.