l viernes pasado, la sala 3 del complejo Sunstar Cinema del Paseo del Fuego se preparaba para recibir a los fanáticos de "Gladiador II", una secuela que prometía traer de vuelta la grandeza de la era romana con un reparto estelar que incluye a Pedro Pascal, Paul Mescal, Denzel Washington y Connie Nielsen. Sin embargo, ¿quién hubiese imaginado que este evento cinematográfico se vería empañado por la falta de planificación digna de un mal guion? En lugar de disfrutar de la épica historia de la secuela de la película original Gladiador (2000) del director Ridley Scott , los espectadores se encontraron lidiando con el sonido ensordecedor del recital "Pianissimo" de Iván Noble, que sonaba en simultáneo, en la sala de al lado. Un verdadero choque de titanes… y no en la pantalla.
El recital comenzó poco después de las 21:00, mientras que "Gladiador II" inició la proyección apenas pasadas las 21:40. Queda en claro que los organizadores decidieron que no había problema en que ambos eventos coexistieran. La ilusión de una noche de cultura y entretenimiento se transformó rápidamente en un caos sonoro, donde los diálogos y la música de la película quedaban ahogados por melodías que se colaban sin invitación. Y aquí es donde surge la ironía: salir a disfrutar de una experiencia cultural se convierte en un ejercicio de desilusión, comparable a intentar dar un paseo por el Parque Nacional en busca de conectar con la naturaleza, y solo encontrar vehículos escuchando música ruinosa desde sus autoparlantes.
Imaginemos por un segundo aquel viernes cercano: Los espectadores fueron al encuentro de la segunda parte de aquel film que obtuvo 5 premios Óscar allá por el 2000, con la actuación rutilante de Russel Crowe. Los asistentes deben haber entrado al "Paseo del Fuego" con la esperanza de encontrarse con unos de los más esplendorosos films del año, pero se terminaron enfrentando a un torbellino de ruidos, voces y acordes que ingresaban desde el lado derecho de la sala. Imaginen, desde ya, dónde quedó el intento de sumergirse en una narrativa potente que era interrumpida por un recital que parecía más una competencia de volumen que un deleite cultural.
Es triste pensar que esta falta de sincronización y respeto por la experiencia del espectador. Cabe preguntarnos si se valora al arte como se merece, o sí el fin último es vender la mayor cantidad de entradas de cine y de recitales simultáneamente, con la pérdida de calidad que esto implica para ambos eventos.
En vez de disfrutar la historia de lucha y redención, muchos de nosotros terminamos tratando de desenredar la confusión de sonidos que nos rodeaban. En lugar de vivir la intensidad de la trama, estábamos en una especie de duelo entre dos formas de expresión artística que no supieron coexistir por negligencia e incapacidad de la organización.
La lección es clara: si planean programar eventos culturales en un mismo espacio, es esencial considerar la acústica y la experiencia del público. Quizás, la próxima vez que se lleve a cabo un programa, los organizadores podrían usar un poco de ese sentido común que parece escasear en algunas decisiones que se toman desde el "Paseo del Fuego". Después de todo, el arte merece ser vivido y disfrutado en toda su gloria, no presentado como la experiencia que coexistió en el inicio de este fin de semana largo.