Otorgan por ley una pensión graciable a Virginia Chonquitel
EL 26 DE NOVIEMBRE DE 1987

Otorgan por ley una pensión graciable a Virginia Chonquitel

26/11/2024
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n la sesión de este día, la Legislatura Territorial sanciona la Ley Nº 312, mediante la cual concedeuna pensión graciable por vida a la descendiente de la raza Ona doña Virginia Chonquitel, indocumentada en la actualidad”.

El monto de la pensión equivalía a “una categoría 20 de la Administración Pública Territorial” y sería beneficiaria de “las mismas coberturas sociales” de los empleados públicos provinciales.

En 1942, Virginia nació para convivir con la agonía selknam, sólo un puñado de individuos sobrevivían entonces.

Tenía vagos recuerdos de su padre, en su infancia en la Misión “todas las tardes venía a buscarme y me llevaba a pasear a caballo” pero agregaba luego que no se acordaba “si conversábamos”. Su madre sucumbió por la falta de defensas ante las enfermedades importadas, “de mi mamá casi no me acuerdo... murió cuando era muy chiquita”, decía con tristeza.

Sus recuerdos se hacían muy difusos al hablar de sus antepasados y de su pueblo: “de las matanzas de indios no sabía nada, a mis abuelos los habrán matado... recién me enteré de las matanzas hace algunos años”. Los comentarios llegaron a sus oídos y trató de obtener información: “yo tuve curiosidad, por saber de los onas, he leído un libro, pero después lo cerré y no lo volví a abrir más, me ponía muy mal...”

Fue llevada a la gran ciudad para trabajar como empleada doméstica. En 1989, azarosamente fue encontrada en Buenos Aires y repatriada a Río Grande. Allí empezó a saber de su pasado y el de los suyos. Alcanzó notoriedad y muchos estudiantes comenzaron a visitarla, “me preguntan si yo sé cómo hacían fuego los indios, yo no sabía... ellos me decían que con piedras, ahora ya lo sé. Me hacían muchas preguntas, al final ellos sabían más que yo...”

Durante los últimos años de su vida sintió el placer de los homenajes y, al mismo tiempo, el acoso de las contradicciones. Compartía gratitud y culpabilidad hacia quienes la criaron borrando su pasado, se veía homenajeada por los que ocuparon las tierras de sus ancestros, pero se sentía una ilustre olvidada. Sus estados depresivos eran continuos, la pérdida de su compañero terminó por llevarla a un punto de no retorno.

Falleció el 2 de junio de 1999. Hasta ese día resistió, al haber sido el vértice de tantos conflictos.

Se le rindió un homenaje póstumo al bautizar con su nombre al Museo de Río Grande.

 

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