ste día, los estancieros santacruceños remiten un telegrama al presidente Hipólito Irigoyen, demandando protección de sus intereses ante el agudo conflicto social que se libraba y que culminará con la ejecución de centenares de obreros.
“Los firmantes que somos casi la totalidad de los hacendados de la zona Sud del Río Santa Cruz, por apremio de circunstancias que no admiten dilaciones, nos permitimos dirigirnos directamente V.E. interesando el envío a esta, fuerzas suficientes para garantía la libertad de trabajo nuestros intereses y vidas que hoy corren verdadero peligro”.
Plantean que a partir de “la detención en Octubre pasado de algunos miembros de la Federación Obrera y el paro general que fue su consecuencia derivaron (…) en peticiones imperativas de mejoras para todos los gremios”. Luego de obtenida la libertad de los sindicalistas, “con la mayor sorpresa nos enteramos por ese medio de excesivas pretensiones de que hasta entonces no teníamos noticias, pues nuestros empleados jamás habían manifestado disconformidad”.
Entonces, “la federación sin dar tiempo a que se pudiera llegar a un arreglo, declaró el paro general en el campo en los primeros días de noviembre. Hemos accedido, puede decirse a cuanto se nos ha pedido (…) A pesar de ello con una obstinación que solo puede explicarse por la tendencia malsana que impera los círculos de obreros de no admitir discusión en ningún caso sobre lo que reclama, sino de imponerlos como acto de fuerza prepotente, nuestra buena voluntad (…) ha tropezado con un rechazo rotundo”.
En otro párrafo afirman: “que si las faenas rurales no se reanudan, es pura y exclusivamente merced a las amenazas que profieren y al temor que infunden y a las vías de hecho a que ya se han entrados los grupos intransigentes de obcecados (…) la situación actual a poco que se prolongue acarreará los más graves e irreparables daños materiales y morales al territorio cuya prosperidad ya está profundamente comprometida con causas económicas de imperio universal contribuyendo a acentuar la paralización de todas las actividades (…) Confiamos V.E. sabrá apreciar la gravedad de los hechos exponemos y que con el alto espíritu que le anima y su ferviente anhelo por imperio de las leyes, el libre ejercicio de todos los derechos, se dignará tomar en consideración con la urgencia que por su índole reclama la petición formulada”.
