l aerogenerador de la UNTDF se ha convertido en un ícono de la ineptitud, quedándose parado como un testigo silencioso del enorme presupuesto que se desvaneció sin cumplir su propósito. Pero, pensándolo bien, ¿quién necesita energía cuando se puede transformar en un colosal árbol de Navidad?
Imaginemos a los padres llegando al inservible aerogenerador, llenos de emoción, para dejar los regalos a sus hijos. Sería el lugar perfecto para que los más pequeños esperen la llegada de Papá Noel, preguntándose si, de paso, los renos podrían ayudar a que el aerogenerador arranque al menos una vez en su vida.
Las luces navideñas prendidas con energía de combustibles fósiles podrían adornar su estructura, iluminando no solo la noche, sino también la sonrisa de los chicos que, al menos en diciembre, podrían olvidarse de la falta de energía eólica y disfrutar de la magia de la Navidad. Porque, ¿qué mejor forma de gastar ese dinero público que convirtiéndolo en alegría, aunque sea una vez al año? ¡Viva la navidad!